sábado, 25 de diciembre de 2010

GRAMALOTE - AMARGA NAVIDAD

CRONICA DE UNA VISITA EL 24 DE DICIEMBRE
A LA POBLACION DEL DESASTRE

Para toda una generación de gramaloteros y colombianos en general, navidad 2010, no será una de las que quieran recordar con más cariño.

La triste y oscura tragedia de una montaña tragándose un pueblo entero solo quedará como la historia de eso que pudo ser y nunca fue, ya sea por decisión propia o absurda de la madre naturaleza o los incomprensibles designios de Dios, como hacedor Supremo.

El 24 de diciembre muy temprano nos alistamos con otros colegas comunicadores para ir hasta las ruinas del poblado, ellos tenían la misión de verificar si la torre de la iglesia estaba aún en pié y yo por mi parte para tratar de buscar una nueva historia para contar y compartir.

Y la encontré, con una variedad de rostros y momentos, de esos que inspiran sentimientos y desatan tristezas con borbollones de lágrimas.

Pero ninguna brotó, había que ser fuertes y en el rigor del trabajo periodístico eso lo tenemos claro y así hemos madurado, es como la media sonrisa al sentir que la procesión va por dentro, como reza un adagio popular.

Además, porque ellos, los directamente afectados, no están llorando y si uno les dice buenos días o buenas tardes, contestan con voz altiva y si les preguntamos cómo van las cosas, extraño, pero todos dicen que bien.

Esa es la actitud de la gente ganadora, así estén con el agua al cuello, o mejor, con las paredes de sus casas o negocios en el suelo.

Nos calzamos botas pantaneras, verificamos los equipos y comenzamos la caminata hacia el lugar de los hechos, imposible llegar hasta allí en carro, pues la congestión de personas trayendo todavía cosas, arriesgando hasta sus vidas para salvar un poco de aquello que era suyo, impedían el transito normal y más adelante los caminos habían desparecido.

En la carretera, abajo, camiones, camionetas y viejos autos esperaban a hombres, mujeres y jóvenes cargados de camas, colchones, neveras, cocinas, canastos, cajas de cartón y hasta motores.

Y todo bien, todo bien, como el Pibe.

Hasta el momento el buen tiempo seguía acompañando a estas buenas gentes en las labores de “rescate” de bienes, sus bienes, muchos de los cuales en los primeros días y en la confusión reinante fueron a parar a manos y casas de esos individuos que aparecen como por arte de magia y se roban hasta un saludo.

Hoy por lo menos, en víspera de navidad, los que subían, los que bajaban, los que tomaban un respiro, los que hablaban bajito y hasta reían, se conocían bien, se saludaban, hablaban de esto o aquellos.

Sin duda eran pobladores del amado pueblito.

Ya un poco más arriba cuando superamos escollos de sinuosos, empinados y lodosos caminos o pavimento resquebrajado, nos fuimos topando con más y más escombros, más casas a punto de derrumbarse y en la pared de una de ellas pintada con aerosol la frase “Adiós Gramalote”.

Suponemos que la escribió uno de sus tantos hijos que como en el poema de Hernández, al volver la vista atrás vio esa senda o esas calles o ese parque, que no ha de volver a pisar.

Metros más arriba una chiquilla trataba de emular al grafitero en mención, también pintaba la misma frase pero el color de la pintura, amarillo, no ayudaba mucho en su proyección final.

Un leve mareo pone alerta mis sentidos, creo es por el leve desplazamiento de la tierra, siento algo como soroche, pero a esa altura imposible. En definitiva es por el movimiento lento pero continuado y ese olor que brota, diría que a gas, pero no se cual, simple suposición.

Por fin llegamos a eso que un día fue el parque, vimos la edificación de la alcaldía ya con muchas grietas, la casa cural a punto de caer solita y la torre de la iglesia a mano izquierda mirándola de frente, aún erguida, pero muy lastimada, otea con orgullo los malogrados predios de sus feligreses.

Una suave brisa mueve las campanas, tañen con tristeza en medio del silencio. Unas palomas picotean algún trozo de alimento en el suelo, un loquito lanza improperios a todo el que ve y un policía le pide que respete, se calla por momentos, luego sigue con su perorarata

Pero la torre sigue en pié. No falta mucho para que caiga y con ella se cierre prácticamente ese negro capítulo de la población cafetera.

En el canal nacional de televisión tendrán que esperar por esas tomas, uno o dos días, de pronto una semana o algunas horas si llueve, es muy probable, allá arriba las nubes en la montaña presagian un aguacero.

Es la torre de la iglesia, la que aún se ve desde lejos, es como el símbolo de la tragedia.

No hay Omaira como en Armero, solo hay una torre agrietada, nido de un campanario y de inquietas palomas, altanera, si así quieren llamarla, porque esa es la frase de batalla de este pueblo que ya no es pueblo, solo trozos de historia.

Los policías que vigilan desde el otrora lindo parquecito ahora agrietado por todos lados, parecen melancólicos, les toca pasar entre tinieblas la nochebuena y del tema hablamos un poco, pero tienen la ilusión que para el año nuevo sean relevados.

Bueno esos son los sacrificios como servidores públicos, guardianes de la paz y el orden y allí están cumpliendo a cabalidad esas labores.

Tomo fotografías desde distintos ángulos de la derruida iglesia de San Rafael, las campanas suenan otra vez, más palomas alzan el vuelo, hay nubes de tormenta arriba del cerro maldito, mientras al otro lado, por allá en Valderrama, donde dicen puede quedar el nuevo poblado asoma el sol y pedazos de azul en el cielo. ¿Irónico, pero es así?

Un viejecito camina en la esquina de la casa cural con su años y su pesar a cuestas, veo abandonado un coche de bebé y el neceser de alguna señora, seguro quedaron por ahí al azar cuando ordenaron evacuar.

Vuelvo al parque, descanso un poco, aparecen dos cachorros juguetones, se nos acercan, nos buscan, uno lame excrementos de res y el hombre de la cámara de RCN también los ve y eso le rompe el corazón.

Pero hace un buen acto y unos bocadillos que había comprado en otro pueblo los comparte con los canes que brincan, corren, van a de un lado a otro y mueven la cola agradecidos.

Un poco de comida con sabor a hogar no les cae nada mal y más ahora que sus dueños quien sabe dónde están.

La tarde comienza a caer, es hora de regresar y ya tenemos buen material, aunque la torre sigue en pié.

Un grupo de señores sacan elementos de una gran casona del pié del parque, nos preguntan que cuando sale la nota o las fotos y por donde, sonrientes posan con un cuadro del Sagrado Corazón, pero están sonrientes, están vivos.

Eso es lo que marca la diferencia, en medio de la tristeza, la incertidumbre, la desolación, hay un momento, se genera un sentimiento de futuro, ambiciones y porque no, que todo podrá ser mejor.

Y eso lo dijo Santos el Presidente, todos esperan que pueda cumplir, aunque el cometido es bien complicado y puede durar muchos, pero muchos años en ser realidad.

Pensamos en la galopante corrupción, en los Mesías que aparecerán para buscar solo lucro personal, el dinero llegará, pero – nu le – duden, como esos habrá muchos más.

Por eso es imperativo que salgan líderes, de allá, de la región, para gestionar, para presionar, para lograr, de lo contrario las sonrisas se borrarán y Valderrama nunca será El Nuevo Gramalote y la estatua de Laureano no volverá a reinar en el parque.

Tomamos otras calles, bueno lo que fueron calles, más casas en el piso, otras a punto de caer, pasamos por el hospital, hay un funcionario cuidando algunas cosas del mismo y dice que la estatua de la virgen también de alguna manera hay que salvarla, aunque es enorme, hay que salvarla, dice.

Un chiquillo más adelante se atreve a correr por entre las ruinas de una casona, va en busca de un naranjo que brinda hermosos y jugosos frutos, los toma, vuelve corriendo y con ellos mitiga su sed.

Metros abajo uno de mis colegas señala la calle, cortada de tajo, enorme e inexplicable.

A nuestra mente acuden imágenes de ciudades bombardeadas durante la segunda guerra mundial o más reciente en Kosovo y Bosnia.

Recordamos los terremotos de Haití y Chile, en fin, todo parece así, pero no es una cosa o la otra, es un cerro que se viene devorando el pueblo, una falla geológica dicen los más técnicos.

Seguimos buscando la ruta de regreso y más gente nos encontramos en el camino, los que suben llevan algunas cosas, mercados para algunas veredas, elementos necesarios para el diario vivir, otros bajan con más camas, colchones, puertas, rejas, muebles de sala, más neveras, los que llevan lo más pesado hacen un descanso de vez en cuando y luego sin decir palabra siguen el camino.

Ya en la carretera vemos la multitud, más policías, unos técnicos de la electrificadora, otros señores subiendo combustible en grandes bidones, eso de pronto es bueno para los miembros de la fuerza pública, probablemente es para un generador que rompa la obscuridad.

Ya en el camino de regreso me sale al paso una gramalotera y pregunta que me pareció y solo atino a decir, tenaz y menos mal que no hay muertos, ni heridos, ni siquiera lastimados.

Ella está de acuerdo y reitero mi lógico análisis y pienso que la virgen de Monguí ayudó en ese sentido.

Sin embargo pienso que de todos modos la procesión va por dentro y uno de los signos en que más deben trabajar las autoridades de salud es en el efecto post traumático, léase depresión, bueno eso creo con el perdón y respeto de los señores psicólogos.

Ya falta poco para llegar al lugar donde dejamos el transporte, pronto regresaremos a Cúcuta y al pasar por la desgastada carretera con derrumbes, taludes destruidos, bancas a punto de colapsar, el punto crítico de siempre, Los Compadres, nos atrevemos a vaticinar que otras lluvias fuertes dejarían por mucho tiempo aislado el lugar del siniestro, los otros pueblos y las ilusiones de quienes piensan que todo podría ir mejor.

Un ejemplo de eso es el letrero en el panorámico trasero de una camioneta, GRAMALOTE TE AMO, sentimiento puro en medio de la adversidad.

Ya en casa comparto con mi nietecito de ocho años las fotografías, las mira atentamente, pregunta cosas, respondo igual y hablamos que de todos modos para niños, ancianos, hombres y mujeres cobijados en albergues o casas de amigos y parientes, esta, la navidad del 2010, para siempre será la más AMARGA NAVIDAD.

Y ESO QUE FALTAN OTROS DÍAS PARA COMENZAR EL NUEVO AÑO, CON SU ALEGRIA, ABRAZOS, PROPOSITOS, DESEOS U OBJETIVOS.

AMIGOS DE GRAMALOTE NO LES PUEDO DECIR FELIZ NAVIDAD Y PROSPERO AÑO NUEVO, MAS BIEN QUE EL NIÑO DIOS LOS ILUMINE Y MARQUE ESOS NUEVOS SENDEROS PARA LOGRAR DE NUEVO CON AMOR Y UNION TODO AQUELLO QUE EL CERRO DE LA CRUZ SE LLEVÓ Y COMO LO DIJE EN OTRO ARTICULO, VERRAQUERA ANTE TODO, PARA QUE NO SE DERRUMBEN LOS SUEÑOS.

lunes, 20 de diciembre de 2010

GRAMALOTE

QUE NO SE DERRUMBEN LOS SUEÑOS


“Quedé con lo que tengo puesto”

“Era mi casita, los ahorros de toda mi vida”

“Volver a comenzar, Dios sabe donde”

“Porque a nosotros ?”

“Era lo único que tenía”

“Lástima tan bonito el pueblo

Esas son solo algunas frases que entre sollozos e impotencia hemos oído durante estos últimos días en voces de nuestros amigos gramaloteros.

Es el lamento, son las lágrimas que ruedan feroces por los rostros de niños, mujeres o ancianos, que hasta hace pocos días soñaban con las luces, las novenas, los regalos, la alegría de la navidad.

Es la tristeza de ver como la montaña arrastra todo lo que un día fue el pequeño terruño, es el desconsuelo que provoca la arremetida de la naturaleza que pasa factura, tal vez por las cosas mal hechas o nunca tomadas en serio.

Ver las imágenes en televisión, oír las noticias de radio, leer las notas de los periódicos o navegar entre el mar de escombros virtuales que nos muestran las fotos de internet, todas juntas, rompen el corazón y también dan ganas de llorar o llorar, así de simple, esa es la verdad.

No se si Ustedes, que leen esta columna, también sienten como yo al probar por ejemplo un sorbo de café caliente en la lluviosa mañana, algo así como un nudo de la garganta, viendo el último reporte por Caracol o RCN, al pensar que centenares de personas al cobijo de un extraño albergue en aulas de colegio o salones comunales, no lo pueden hacer, porque la cocina ya no es su cocina, ni la alacena es su alacena, ni la nevera es su nevera, ni los platos para comer ya son sus trastos.

Eso genera aflicción y hasta nos hace pensar que todo lo que tenemos , en definitiva, Dios no lo ha prestado, más sin embargo duele y fractura el alma al saber que los niños ya no podrán jugar en el parque al arrullo de las palmas reales con sus troncos pintados con los colores de su bandera.

Ni los ancianos o viejitas de blanca cabellera podrán acudir cada domingo a la misa mayor a pedir por los suyos y lograr paz interior en el bonito templo, que por sus grietas, sabemos que no durará mucho en pié.

Es que hasta la casa de “Papito Dios”, se está yendo, como los otros dulces hogares en ese devastador, insolente, lento pero insistente efecto dominó, empujado por la mole de tierra del Cerro de la Cruz.

Los muchachos jamás volverán a sentarse en los bancos del parque para echar a volar su imaginación y los grupillos de niñas ya no pasarán sonrientes tratando de buscar conversación.

Ya no volveremos a ver a las colegialas disciplinadas acudir con ganas de conocimiento al Colegio de Las Bethlemitas, ni los grupos de amigos organizando paseo a Las Lajas, ni los campesinos descargando de sus mulas los frutos que ofrece la tierra, la misma que hoy les está quitando todo.

Lo material es simplemente eso, material y todo algún día se podrá reponer o tener de nuevo.

Por fortuna la vida humana, esa si ha tenido compensación, al no quedar nadie atrapado bajo escombros o toneladas de tierra.

En eso tenemos que estar agradecidos, pues de lo contrario la tragedia sería aún peor, como ocurrió con las familias de Bello.

Lo cierto es que para todos esos pobladores, pero sobre todo para quienes no tienen a donde ir o conseguir aunque sea una piecita para guarecerse con los ridículos 150 mil pesitos de ayuda, la incertidumbre, al acoso de angustia y desesperación, les irá imponiendo un sello de desesperanza, lo que es más grave que el hambre o la falta de chiros para cubrir el cuerpo.

En eso deben trabajar duro quienes desde las entidades estatales tienen que velar por el bienestar de sus ciudadanos, los mismos que aportan impuestos, que votan en las elecciones y que piensan serenamente que esos dirigentes son responsables de la misión para buscar soluciones.

De lo contrario habrá que ver con lupa como se elegirán los próximos gobernantes, que ya en el trono, solo piensan en poder o querer repetir porque eso es muy bueno.

Claro que ya hay voces que claman y cuestionan si han cumplido o no, si se han gastado los recursos bien o si son simples fortines burocráticos todos esos entes que tienen que ver con medio ambiente, prevención, detección, en fin.

Eso de pronto es lo positivo de estas emergencias, para ver si por fin se cambia la forma de actuar y de pensar, para no llorar o lamentar.

En adelante el trabajo será arduo, si el cuento es reubicación, pues no solamente se puede reubicar el pueblo con sus casas, colegios, iglesia, hospital o servicios.

También habrá que reubicar las nostalgias convertidas en penas , las tristezas desoladoras, los corazones partidos, las palabras de aliento, los sentimientos hechos trizas, las añoranzas desperdigadas.

Y borrar por igual, aunque difìcil, de ese espejo insultante de la memoria, los blancos amaneceres con sus brumas arropando las montañas, los atisbos de reojo al lecho de La Colorada, el aroma de sus cafetales en flor y los naranjos cargados con el dorado y dulce fruto en los solares de las casonas.

Este Gramalote, que conocimos y disfrutamos algunas veces, ya va quedando en los textos de historia, el nuevo, no se cuando, comenzará a escribir la suya, en otro lado con las mismas caras pero menos sonrisas.

Dios los guarde y proteja amigos Gramaloteros, solo El sabe el porqué de estas tribulaciones y el futuro que traerá, con toda seguridad, mejores opciones.

Solo me queda invitar a todos los que vivimos en estas tierras de frontera, que por estos días cuando como en la fábula, donde siempre hay francachela y buena comilona, hagamos un acto sincero para compartir con ellos, bajar el volumen de los equipos de sonido, no quemar platica convertida en pólvora y regalar justo lo necesario.

Lo demás, tratemos por algún medio que llegue a ellos, a esos hombres, mujeres, niños, ancianos, adolescentes, comerciantes, profesionales, pensionados y hasta desempleados.

Recordemos, pero recordemos bien, que hasta hace algunos días, ellos tenían un techo, una tibia cama, los tres golpes de comida, hasta el estreno del 24 y los juguetes nuevos para los niños.

Hoy lo han perdido todo o bueno casi todo.

Aún atesoran los buenos recuerdos y muchos sueños siguen intactos, esos mismos, que ni las más altas montañas ni los más fuertes inviernos podrán derrumbar.

Vamos a apoyarlos, así sea con una simple oración.

Que no se derrumben los sueños para que la vida siga, que los nuevos senderos los lleven a campos floridos y que todos pensemos que algún otro día, la inmunda como dicen los jóvenes, también nos puede tocar.

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