Son ya muchos meses, desde
aquel aciago 17 de diciembre, cuando en silenciosa romería los gramaloteros
fueron desalojando el pueblito de sus cuitas.
Y son muchos meses, desde
cuando hordas de delincuentes y aprovechados del momento “ayudaron” a desocupar viviendas, negocios y oficinas.
Y claro, también son muchos
meses los que han pasado, desde que Juan Manuel
sobrevoló las crecientes ruinas de la cabecera municipal y prometió,
como buen político, la reconstrucción o mejor la construcción de un nuevo
Gramalote, en los siguientes meses..
Y todo, desde aquel
entonces, como eco lastimero se repite una y otra vez, que todo va bien y que
todo se va a arreglar, en los siguientes
meses…
Por eso los centenares de
damnificados, también se han acostumbrado a tener una nueva vida, a borrar
recuerdos, a aprisionar otros nuevos, a fabricar otras ilusiones, a reclamar
otras ayudas, a llorar muchas noches seguidas , a mirar el horizonte con ojos
tristes y a pensar en cada despertar, que también todo se va a arreglar, en los siguientes meses.
Obvio, para los más
optimistas, que no son muchos, pues los demás también piensan que en los
siguientes meses , todo puede ser peor.
Y es que en los siguientes
meses de la evacuación del pueblo, algunos de los viejos moradores se
atrevieron a volver, ubicando sus viviendas o negocios en las muchas casas que
quedaron en pie.
Algunos lo hicieron por la
nostalgia atosigante en sus almas, otros para tratar de sobrevivir como siempre
vendiendo productos a campesinos de la zona o comprando para comerciar lo cultivado
en sus productivas tierras.
Allí viven, han vuelto a
rehacer de cualquier manera su modo de vida, pero lejos de las limosnas
mensuales para sobrevivir en arriendo apretujados en alguna pieza de Cúcuta,
Santiago o Salazar.
Mientras los que aún tienen
ilusiones merodean la alcaldía ubicada lejos de su tierra, allí donde funcionó
el consulado Venezolano hace algunas décadas o van a las reuniones que les
programan en el parque Los Naranjos, para decirles siempre lo mismo, que en los siguientes meses todo se va a
solucionar.
Triste, pero es la verdad,
es probable que de alguna manera exista buena fe en muchos anuncios, pero
también es factible que les estén mamando gallo y otros esperando hacerse a los
recursos apropiados para estudios, análisis, más estudios y de pronto la
segunda piedra.
Ese es el macabro
transcurrir de cada tragedia, unos son los que sufren y algunos otros son los
aprovechados, sobre todo cuando hay de por medio buenos billetes del erario
nacional.
Por eso no me extraña que
también en los siguientes meses todo se esfume, así como se fue para siempre la
tranquilidad de los gramaloteros en la madrugada del 17 de diciembre.
Bien saben todos que aún no
hay sitio para la reubicación, pues el más apropiado del Pomarroso, tiene más
problemas que ventajas, está lejos del tránsito natural de lugareños, como por
ejemplo hacia Lourdes, lo que permitía intercambio comercial de buenas
proporciones.
Además dicen, no tiene
fuentes de aguas cercanas para hacer llegar el vital líquido por gravedad y
para completar la escena tiene sus líos por cada punta, pues hasta el dueño es
el papá del padrecito de la patria oriundo del lugar y que no se ha puesto de
verdad la camiseta para liderar la
adecuada solución.
El día y los subsiguientes a
la tragedia, por fortuna no dejaron víctimas fatales, estas fueron llegando con
el correr del tiempo, en los siguientes meses, cuando sus corazones no
resistieron el embate de los recuerdos o sus mentes no fueron capaces de
retener los sorbos de vida plagados de nostalgia.
Algún otro pereció entre las
ruinas tratando de rescatar un perdido cachivache, razón por la cual los señores del
riesgo nacional enviaron un par de máquinas para acabar de derrumbar otro par
de peligrosas construcciones a punto de colapsar y algunos más de los sueños edificados durante tantos años.
Pero hasta hoy nada de nada
y a pesar de la presencia de la ministra y otros altos funcionarios, una que
otra marcha para recordar que aún están vivos, aunque desperdigados, todos los
buenos habitantes de ese pueblo con torres altaneras y con Laureano de
inquilino en el parque, solo ansían que en
los siguientes meses, no su sueño, si la innegable necesidad de su otro pueblo,
por fin se haga realidad.