Ese título suena a
cuento y de terror, sí, pero no, pues tiene un algo de todo eso y de pronto un
poco más.
Quien iba a pesar
que el buen deseo de doña Juana y su obsequio de media estancia de ganado mayor
para forjar un nuevo poblado, un 17 de junio dos siglos y ochenta y seis años después, nos
tuviera con tantas tribulaciones.
La culpa no es de
ella, menos de los que vinieron después, los que no fueron protagonistas y los
que sí del terremoto y esas nuevas generaciones que se asentaron, vivieron o se
desperdigaron en la ingeniería de cuadrícula como dice el pasodoble de
Villamizar Melo.
Y es que uno saca
cuentas, hace otras, borra, vuelve a enumerar, pero todo pareciera deducir que
nada cuadra.
Es que Cúcuta,
toponímicamente hablando de su nombre en honor del cacique expropiado de estas
tierras y con significación de “Casa de
duendes”, ha sido, es y de pronto será una tierra tan agradecida, que ni
los avatares de la madre naturaleza han podido destruirla.
Solo que los “terremotos humanos” en tiempos más
recientes si han querido arruinarla, devastarla, hundirla, pero es tan noble
como su título real, que resiste y pugna siempre por mostrar su mejor rostro
ante tantos intentos de ineptos por deslucirla.
Ya son 286 años de
ese tortuoso camino iniciado en la vieja casona de la matrona allá en los
predios de su muy querido Carmen de Tonchalá, un sitio tan cercano pero a la
vez tan lejano ahora a las querencias de sus hijos nuevos.
Pintura que recrea el momento de la firma de doña Juana Rangel de Cuellar de los documentos para la fundación de Cúcuta. |
Pero también hay
engendros hoy en día, como quizá por eso la denominaron morada de los duendes,
que es lo mismo que fantasmas, espíritus o cocos en el argumentario popular de
las historias que se arraigan con el tiempo, engendros que la esquilman, la
torturan, la despojan de esas virtudes ancladas en las mejores ideas de
pioneros y verdaderos vástagos asidos a sus entrañas.
Que Cúcuta fue
ciudad adelantada, es cierto, de las primeras por ejemplo en el país en tener
luz eléctrica, tranvía, comunicaciones alámbricas cuando apenas se inventaba el
telégrafo, de factorías en las más variadas especies de productos como
textiles, cervezas, derivados del petróleo y un largo etcétera.
Carmen de Tonchalá, lugar donde residía doña Juana Rangel. Vista de la capilla del lugar. |
Pero eso fue ayer
cuando grandes hombres y valiosas familias hicieron enorme y respetable su
nombre.
No vale la pena
lamentarnos, reitero eso fue ayer, lo que si vale la pena ahora es comenzar a
resembrar aquella bravura para que de pronto estas y las siguientes
generaciones vuelvan a engrandecerla en la dimensión que lo merece.
Seguramente hoy (junio 17)
para muchos el día de su cumpleaños pasará desapercibido y a los demás ni les
importará, solo estarán pensando en vender más harina pan a los afligidos
presurosos que ahora pasan los puentes a pie y no en carros último modelo como
antaño, o los que creen que es más importante conocer los refuerzos del Cúcuta
Deportivo para el siguiente torneo, o aquellos que solo hilan trivialidades en
las esquinas de gobernación, alcaldía o el parque de “la bola”.
Es muy probable
que en algún momento toda esta casa con sus duendes, buenos y malos, tenga una
nueva oportunidad, vienen nuevos caminos, otros tiempos con sorpresivas puertas
que buscan abrirse, pero hay que desmenuzar finamente las propuestas de quien toque el timbre, pueden ser banales
o de milagro esenciales con sustancia vital para todo lo que viene.
Claro que es
posible, muy posible, miremos con ojos inquisidores, no caigamos en el flojo
ejercicio de mirar o compartir como un meme.
La casa de los
duendes estará de bicentenario por otros aconteceres históricos en un poco más
de dos años, siete para el sesquicentenario
del telúrico episodio y para su tercer siglo solo faltan apenas catorce
calendarios, entre otras fechas referencia.
Son momentos para que
todos los cucuteños con visión de líderes las puedan cotejar sin temor para signar
opciones, digamos que para tener iniciativas asidas a la historia viva de la
ciudad.
Es el reto, para
decirle al país, al mundo, que si somos una gran ciudad, eje de una región
verdaderamente promisoria, que responderá con signos positivos ante ese
detrimento de los otros duendes que amparados en ilegalidad, informalidad y
hasta criminalidad la tienen asfixiada, oprimida y desamparada.
Que sea hoy en la
efemérides de su fecha natal el punto de partida hacia los nuevos tiempos, así
presenten desafíos más fuertes.
Feliz cumpleaños
amada ciudad, feliz día mi calurosa, amable, consentida y casi olvidada, pero
indiscutible referente en la historia de la patria.
No lo olviden
amigos, aquí en Cúcuta nació Colombia y otros mapas también, como igualmente un
sinnúmero de eventos y cosas que nos hacen sonrojar al recordarlas porque el
atraso y la desventura las han hecho
diluir en el sabor acre del olvido.
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