Aquel día 18 de mayo de 1875 todo quedó en escombros en solo unos cuantos segundos, de ahí en adelante las lágrimas, el desespero, la angustia, fueron marcando un sendero diferente para quienes quedaron atados a la vida, aunque con poco en sus manos
El inexorable paso del tiempo mostró que nada es imposible, que todo puede renacer, así el fuerte castigo de la madre tierra con la saña desproporcionada de fuertes terremotos derrumbara hasta los sueños más sencillos, los mismos que en el después, comenzaron a brillar con más intensidad para revalidar la esencia de verdaderos pioneros.
Cúcuta y todo el entorno no sucumbieron al desastre de hace 146 años, por el contrario retoñaron con más fuerza, evidencia absoluta encontramos en esas nuevas páginas escritas, que lamentablemente con el paso hacia otros tiempos y escenarios se fueron resquebrajando para llegar hasta el presente, ahora sí, con incertidumbres bien empoderadas.
Hay tantos bemoles en el pentagrama de la melodía cucuteña, que ya ni las Brisas del Pamplonita o el Abanico de Brisas, suenan bonito, se han adherido tantas circunstancias feroces que sobrevivir apenas es el anhelo de cada despertar y el desasosiego agrietado para un perturbado anochecer.
Las incertidumbres danzan felices con la economía fronteriza, la diáspora venezolana, el covid 19, la inseguridad que sitúa la ciudad entre las más peligrosas del orbe, la presencia de las más letales bandas criminales, el conformismo en todos los niveles, la corrupción rampante que se repite insistente con los mismos actores en diferentes roles, entre tantos otros males.
Las incertidumbres pululan arriba en los cerros, en el valle, en los hogares humildes, en las mansiones desteñidas, en los jóvenes atribulados, en los adultos desperanzados, en los empresarios aniquilados, en los trabajadores que son tolerantes para vivir en un letargo anquilosado.
Las incertidumbres nos están ganando en el terreno de juego y por eso debemos cambiar las estrategias, configurar de nuevo esos otros movimientos hacia el siguiente nivel que nos tiene preparado el destino y construir con más ganas sobre los escombros, así como hicieron esos antepasados verracos que sintieron, vivieron, se asustaron, pero siguieron adelante después del infausto 18 de mayo de aquel año.
Estamos a tiempo, todavía hay esperanza, no todo está perdido.
Esta tierra ha sido y seguirá siendo punto de partida hacia grandes cambios, de convicciones concretas hacia futuro real, con pasos firmes para ambicionar nuevas metas.
En nuestras mentes,
en nuestras manos, en nuestros corazones se apilan las decisiones, ya está
bueno de engaños, el trabajo es arduo, las soluciones no están en hablar con
ínfulas de reyezuelos, escribir sandeces diciendo que mejor se van o pintando
muros con frases que solo inoculan rabias en los más pendejos.
¿Podemos entonces
acabar las vacilaciones? Claro que podemos.
QUE ESTOS NUEVOS TERREMOTOS NO NOS ASUSTEN, PORQUE ESO ES
LO QUE INTENTAN QUIENES LOS PROPONEN, METERNOS MIEDO PARA DOMEÑAR ACTITUDES,
INFUNDIR TEMOR PARA CALLAR VERDADES. ASÍ SEREMOS MEJORES CUCUTEÑOS, MEJORES
COLOMBIANOS.
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