Esta amada tierra,
hermosa y enigmática, llena de riquezas, repleta de problemas, acude otra vez a
las primeras páginas, como siempre con noticias tristes y de repente trágicas.
Se oye el clamor de
sus habitantes, suenan la sirenas de las ambulancias, el aire se cunde del olor
acre de los gases y el tintineo de las piedras sobre tanquetas, cascos y
escudos forman un concierto de tristes notas, matizado por los coros que llaman
a la solidaridad y exigen justicia social.
Un niño llora a
deshoras, una viejecita sentada en un desvencijado taburete dice y repite que
ya no tiene nada, en la radio hablan de más reuniones en la capital, un
uniformado con su cálida coraza antidisturbios calma su sed con una pola y tan
de malas que lo graban.
Luego, al otro día,
por la mañana, el gobernador de turno dice que es el olvido de treinta años, yo
pienso que no, que el está equivocado y que no es la salida más sensata para
tratar de salvar responsabilidades.
No, el olvido es de
toda la vida, desde cuando alguien se dio cuenta que en esa tierra, además del
fastuoso faro, había petróleo, carbón, oro, gas, tierras fértiles muy fértiles,
inclusive para las mejores cosechas de coca en el país.
También ecosistemas
únicos, con especies de flora y fauna, inexistentes en otros lugares del
planeta y muchas de ellas con propiedades, dicen, de esas que son perseguidas a
toda tarifa por las multinacionales.
Ahora también salen
con el cuento del uranio, el coltán y los diamantes, que ya son explotados y exportados,
eso dicen, los que riegan estos tipcitos en las refriegas o los apuntan en las
redes sociales.
Si gobernador, no
son treinta años de olvido, es un olvido de toda la vida, que lo digan los
Motilones, los verdaderos dueños de esos parajes, pero dónde están, no se han
visto, no se han dejado escuchar.
Por allá en los 40,
50 y 60’s, la época dorada del oro negro – queda
extraña esta acotación – todos vivían con la sonrisa de oreja a oreja,
había trabajo, había estabilidad, había recursos, había esperanza, pero todo
con el tiempo se fue, se perdió, solo subsistieron las historias y los tantos
recuerdos en los anaqueles de la memoria.
De aquellos años
quedaron las carreteritas, que luego hicieron metamorfosis a trochas, quedaron
los puentecitos hechos con tubos de las petroleras y vaya, si aún resisten el
paso del olvido, la ineficiencia y todos los males.
El único nuevo por
esos contornos es el de Campo Dos, volado hace algunos años, pero este prestado
por Chávez, que vergüenza ni siquiera lo querían armar y de un nuevo diseño y
menos de construcción, de eso nadie habla o no les da la gana hablar.
Si gobernador,
muchos de esos campesinos tienen razón, otros no tanto, pero es que todos los
políticos y luego administradores han llenado de promesas que jamás cumplieron
a todas esas comunidades, se jactan y se llenan cuando hablan de documentos
Conpes y otros por el estilo, pero que se quedan ahí, como siempre, en arrume
de papeles.
El Catatumbo, hace
parte de la identidad nortesantandereana, es la región a la cual debemos dar
todas las miradas, es la tierra que debemos consentir como si fuera la novia
más querida para acabar con toda esa vida de total olvido.
Y en ese proceso,
todos tenemos algo que ver, necesitamos líderes que abran puertas, que no prometan,
que hagan, que cumplan con lo que es inherente a su escogencia como
representantes del pueblo.
Por eso y por
muchas otras razones, la escogencia en los siguientes debates debe ser lógica,
que de pronto raye en la perfección, no importa si es de centro o cualquier
extremo o de diferente color.
Lo importante es
que sientan de verdad estas tierras como suyas y no se obnubilen por el poder y
las posibilidades que el mismo otorga, cuando cada uno en su palecete, bien
acomodado en su mullido sillón, se quiera sentir como pequeño faraón.
El Catatumbo, como
todo Norte de Santander, es la tierra de las grandes posibilidades, que durante
mucho tiempo sus inútiles administradores, no hayan hecho nada, es la respuesta
a todo esto que se ve en la actualidad.
Pero aún hay
caminos, hay opciones, hay que plantar de nuevo esperanzas, hay que mirar como
dar un giro de 180º a todo lo que allí se hace, se piensa, se sueña o se
siembra.
De esa manera
llegará el progreso, el empleo, el desarrollo, la calidad de vida, la
estabilidad, la sonrisa de nuevo a los rostros curtidos por las angustias y el
desespero ante el incierto futuro, para no volver a llenar las primeras páginas
con titulares como :
"EL CATATUMBO EN LLAMAS."
"EL CATATUMBO EN LLAMAS."
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