ARMERO 30 AÑOS...
RECUERDO
DE LA TRAGEDIA DESDE CUCUTA
Foto tomada de internet
Por esos días del
año 1985, apenas tres décadas atrás, las tragedias llenaron de tristeza y luto
al país, primero el holocausto en el Palacio de Justicia y luego el infame y destrozador recuerdo de la
avalancha que borró para siempre la recordada ciudad blanca del Tolima, Armero.
Pasarán muchos años
antes que la páginas de la historia sean apenas una referencia en la memoria
del colectivo, que a veces quisiera pensar que solo fue una novela de ficción
y no hechos marcados con sangre y lágrimas, en la ya lastimada Colombia, de
esos años.
Belisario era el
presidente, y fue alarmante verlo tan demacrado cuando dió la cara para hablar de los hechos. Infortunadamente la señal de los canales de la televisión nacional por esos días
estaba en pésima condiciones, sin parabólica ni internet, tocó pegar oído a la
radio y esperar con ansías los periódicos que día siguiente.
Creo que por
ejemplo ya, La Opinión, contaba con radio foto o telefoto y por supuesto entraba la era del teletipo con las agencias de noticias. José Neira había estrenado el suyo en la Voz
de la Gran Colombia, si la memoria no me falla, de la AFP.
Cuando ya se
arreglaron los canales, poco a poco
fuimos entendiendo con más horror el resultado de esa ecuación maldita, una
generada por los mismos seres humanos y otra por la madre naturaleza.
Por fortuna los
canales venezolanos de aquel entonces, bueno, tenían todo a su favor por la
adecuada señal en esta zona de frontera y algo transmitían de los hechos, pero
nada especial, solo los segmentos en sus noticieros, breves y cuadriculados.
De ahí que la radio
fue trascendental en esas dos noticias de magnitud, pues ya el posicionamiento
de 6 AM – 9 AM, era indiscutible y Yamit con todo su equipo el ganador absoluto
en esa franja matinal para contar las noticias de otra manera, la misma que aún
sigue en ciertos medios con otros actores y por la que muchos fuimos
aprendiendo o moldeando las ganas de informar y estar más cerca de la gente.
En esa época estaba
en Caracol, ya como programador en Radio Reloj, lector de noticias de vez en
cuando, voz comercial en muchos casos y locutor de infinidad de programas o
transmisiones, la experiencia me otorgaba más responsabilidades y así lo
visionaba Carlos Pérez Angel (+), lo compartían amigos de siempre como Alonso
Fernández Parada, Ismael Contreras Casadiego (+), Luis Ernesto Castro Bayona(+)
o lo detestaban algunos otros que no vale la pena ni mencionar.
Lo cierto es que
por esos hechos y la transmisión ininterrumpida de las noticias por la Cadena
Básica, la gerencia y cumpliendo órdenes de Bogotá, debió implementar nuevos
turnos “al aire” echando mano a todo el personal fuera periodistas, deportes o
artístico, para matizar sobre todo lo que vendría post tragedia, como
información a o sobre familiares de los afectados y conminar a la ciudadanía a
la solidaridad para mitigar las necesidades que hechos como el ocurrido,
generan.
En lo personal
cumplí a cabalidad lo encomendado, “las palomitas” a nivel nacional fueron
provechosas y lo delegado para cubrir la transmisión local, también me llenó de
satisfacción.
Los oyentes,
habitantes de toda esta zona de frontera, de uno y otro lado, fueron altamente
generosos con los damnificados, alimentos, medicinas, ropa, dinero, comenzó a
llenar los sitios establecidos por Cruz Roja y DC, los entes encargados para el acopio de las ayudas.
Por fortuna y valga
decirlo, no había Maduros ni Diosdados, aunque si problemas con algo de
xenofobia, deportados, contrabando, pero a final de cuentas, la frontera bullía
siempre con un esplendor diferente, ese mismo que aún no entienden ni Bogotá ni
Caracas.
Volviendo al tema
Armero, llegó el momento en que las entidades no tuvieron la manera de
transportar tanta ayuda, por eso llamaron a Caracol, reitero, la cadena que
lideraba los informativos de aquellos años, solicitando cooperación para
buscar una mano amiga y encontrar
solución al inconveniente mencionado.
Recuerdo recibí la
llamada de un funcionario de la Cruz Roja local, tomé atenta nota, pero antes
de comentarla por el micrófono revolqué el directorio telefónico y busqué las
transportadoras, la primera que encontré, Coordinadora Mercantil, llamé
internamente y pedí hablar con el gerente o encargado, al instante pasó y le
comenté el caso brevemente, diciendo que si podía transportar algunas cajas a
Bogotá donde se regulaba tal acción de las donaciones, la respuesta fue un
rotundo si.
Pensé, lo digo en
serio, que algún cupito dejarían en sus camiones, junto a sus compromisos
comerciales, para llevar algo de lo que estaban aportando cucuteños y
venezolanos.
Para agradecerle le
solicité que habláramos un poco al aire por Caracol Cúcuta y fué emocionante
escuchar que la oferta entregada por la transportadora no se circunscribió a
una o dos toneladas, pues al indagar que cuanto podían llevar sin costo alguno
manifestó que todo lo que fuera necesario y que inmediatamente tenía una tracto
mula y un doble troque a disposición.
Genial esa forma de
colaborar.
Pues además indicó que todo el transporte que se necesitara para llevar todos los aportes para
los compatriotas afectados, sencillamente lo harían y sin cobrar un solo peso.
Los días pasaron y
luego las historias se iban centrando en temas específicos como el de Omaira,
tal vez el momento más estremecedor de la tragedia, pues fue casi, o no, fue verla morir en vivo y directo.
Todo un país, buena
parte del mundo, permaneció expectante a las palabras de la valerosa pequeña y
los esfuerzos de muchos para tratar de salvarle la vida.
Todo fue
infructuoso.
En Caracol Radio,
en ese triste, muy triste momento, coordinaba la transmisión nacional Javier
Velázquez, un barbado periodista paisa que hacía relevo del primer equipo
comandado por Yamit Amat.
Y ese momento quedó
muy bien grabado, impregnado en mi mente y corazón.
Velázquez con un
lenguaje serio y conmovedor, pudo describir de manera solemne los últimos
minutos de la niña, una crónica narrada con un nudo en la garganta, que por
supuesto a nosotros como a los demás oyentes, nos hizo bajar la cabeza y
escuchar en silencio cada frase pronunciada.
“Omaira ha
fallecido”
Fue el lacónico
mensaje… Un silencio sepulcral… Luego algún sonido de música fúnebre invadió el
espacio…
Y alguna lágrima
rodó o varias mejor, por lo menos en quienes estábamos a esa hora en la cabina
de transmisión de Cúcuta; Ismael Contreras, Jorge Villamizar, Lucho Castro y el
suscrito.
Algunos segundos
después la transmisión continuó registrando más escenas de dolor, algunas de
vida y otras de futuro, luego que el enfurecido Lagunilla se tragará la ciudad
entera, azuzado por el Ruiz en deslave al revolcarse sus fatales y ardientes entrañas.
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